PAISAJE: TRES MIRADAS
La exposición pone en diálogo diferentes formas de pensar el paisaje en nuestra contemporaneidad. Artistas: Alicia Nakatsuka, Luciana Astuto, Alejandro Krapacher. Curadores: Pablo Silvestri, Norma Rojas. 2014
FORMAS DEL PAISAJE
El arte siempre imitó a la naturaleza. Esta afirmación aristotélica puede resultar extemporánea, pero refutarla sería tan absurdo como cuestionar la existencia del hombre en la tierra. El paisaje reúne todas las cosas que se han producido y modificado en el mundo. Esto es, habitualmente, sin intervención del ser humano. Pero sigue siendo absurdo escindirnos de la naturaleza o pensarnos fuera del mundo. El hombre interviene tanto en su morfología geográfica y física como en su morfología lingüística. Por eso, definir el paisaje conlleva, implícitamente, la existencia de un sujeto observador y de un objeto observado, el paisaje.
Lo que observa Alicia Nakatsuka es un paisaje íntimo y cuidado. Nos propone un rincón —propio de esos patios pequeños de casas de pasillo— con plantas y flores de pétalos multicolores, caladas en madera y dispuestas sobre islotes de paño de modo escenográfico. Luciana Astuto, en cambio, presenta su obra en trípticos alargados con serigrafías llenas de líneas y contornos de color que remiten al paisaje oriental, aunque reduciendo drásticamente el contenido informativo de eso que quiere mostrar y que se observa. La mirada de Alejandro Krapacher propone un juego de relaciones con el paisaje. No importa tanto la imagen que utiliza sino cómo lo hace. Simplemente la imprime en una lámina adhesiva, con transparencia, sobre un gran ventanal vidriado que da a la calle. Elije una fotografía que tomó en el campo de su familia cuando era niño, en la que intenta esbozar una biografía sobre su infancia rural y su vida adulta en la ciudad. Este ejercicio convierte al ventanal en un soporte que posibilita otro diálogo existente entre dos espacios: el de la propia sala de exposiciones (que puede pensarse en los límites que proponen cuatro paredes) y el que lo trasciende y lo vincula con el afuera, con el paisaje arquitectónico, con un contexto que es extra-artístico y que se re-contextualiza a partir de un juego dialéctico con el entorno, ocultando y des-ocultando el espacio en relación a la obra. Y si es el espacio el que se disimula, será la obra la que se pondrá en evidencia para traer al mundo una nueva mirada sobre el paisaje.
Pablo Silvestri
2014
El arte siempre imitó a la naturaleza. Esta afirmación aristotélica puede resultar extemporánea, pero refutarla sería tan absurdo como cuestionar la existencia del hombre en la tierra. El paisaje reúne todas las cosas que se han producido y modificado en el mundo. Esto es, habitualmente, sin intervención del ser humano. Pero sigue siendo absurdo escindirnos de la naturaleza o pensarnos fuera del mundo. El hombre interviene tanto en su morfología geográfica y física como en su morfología lingüística. Por eso, definir el paisaje conlleva, implícitamente, la existencia de un sujeto observador y de un objeto observado, el paisaje.
Lo que observa Alicia Nakatsuka es un paisaje íntimo y cuidado. Nos propone un rincón —propio de esos patios pequeños de casas de pasillo— con plantas y flores de pétalos multicolores, caladas en madera y dispuestas sobre islotes de paño de modo escenográfico. Luciana Astuto, en cambio, presenta su obra en trípticos alargados con serigrafías llenas de líneas y contornos de color que remiten al paisaje oriental, aunque reduciendo drásticamente el contenido informativo de eso que quiere mostrar y que se observa. La mirada de Alejandro Krapacher propone un juego de relaciones con el paisaje. No importa tanto la imagen que utiliza sino cómo lo hace. Simplemente la imprime en una lámina adhesiva, con transparencia, sobre un gran ventanal vidriado que da a la calle. Elije una fotografía que tomó en el campo de su familia cuando era niño, en la que intenta esbozar una biografía sobre su infancia rural y su vida adulta en la ciudad. Este ejercicio convierte al ventanal en un soporte que posibilita otro diálogo existente entre dos espacios: el de la propia sala de exposiciones (que puede pensarse en los límites que proponen cuatro paredes) y el que lo trasciende y lo vincula con el afuera, con el paisaje arquitectónico, con un contexto que es extra-artístico y que se re-contextualiza a partir de un juego dialéctico con el entorno, ocultando y des-ocultando el espacio en relación a la obra. Y si es el espacio el que se disimula, será la obra la que se pondrá en evidencia para traer al mundo una nueva mirada sobre el paisaje.
Pablo Silvestri
2014